Despertamos al amanecer, bajo el cielo del Cáucaso, donde el sol pinta la tierra con su dorado abrazo. El viento nos saluda, guardián de esta nación, que lleva en su aliento la fuerza de su tradición.
Las bamboleares anatomías pululan a nuestro alrededor, las calles de Bakú son una verdadera fiesta para los ojos.
El té negro cada mañana nos espera en un vaso delicado, con un terrón de azúcar que se funde a nuestro lado. Es un ritual sencillo, pero lleno de sentido, que refleja esta tierra y el sabor compartido.
Caminamos por calles y parques donde crecen los sueños, junto al zafrán que tiñe la vida con destellos pequeños. Las montañas nos observan, eternas y solemnes, como ancestros que cuidan de sus hijos y ancianos.
En el bullicio del bazar y las aceras encontramos la historia, en los hilos de seda y el aroma de la memoria. Las voces mezcladas, los regateos sin prisa, pintan un cuadro vivo, donde la vida se desliza.
El azerí trabaja con orgullo, con la paciencia del mar calmo, que talla las piedras con un amor infinito.Sabemos que su esfuerzo es más que un simple deber, es un tributo al suelo que los vio nacer.
Al atardecer, nos perdemos en canciones antiguas, donde el tar y el mugham susurran verdades profundas. Sus notas nos llevan a un pasado cercano, y a un futuro que abrazan con el corazón en la mano.
En cada mesa en Bakú, el plov y el lavash se presentan como sabores de madres que alimentan.Cada bocado es un lazo con el hogar y la raíz, un recordatorio vivo del ser azerí.
Cuando la noche llega, bajo el cielo estrellado, sentimos que el viento, una vez más, nos ha hablado.Estamos rodeados de hijos del Caspio, del fuego y la montaña, almas que viven, aman y nunca se engañan.
En la costa del Caspio, donde el viento es el dueño de todo, se alza Bakú, con un alma entre lo viejo y lo nuevo que se corporiza. Caminamos sus calles, donde la historia murmura, y el futuro brilla, como un faro en penumbra.
El Casco Viejo nos recibe, con su muralla de siglos, donde el eco del comercio y las caravanas aún resuenan. La Torre de la Doncella, mística y orgullosa, nos susurra leyendas de un capricho entre las piedras.
El boulevard del Caspio, un respiro de frescura, nos envuelve en su brisa, en su esencia tan pura.A un lado, el agua danza en un azul infinito; al otro, la ciudad moderna, con su trazo exquisito.
Las Torres de la Llama, guardianas del horizonte, se alzan altivas, desafiando al monte.En la noche iluminan, como llamas eternas, un canto al progreso, entre sombras externas.
Los bazares nos llaman, con su aroma oriental, especias, alfombras, un arte sin igual.Nos perdemos en colores, en texturas tejidas, que cuentan historias de vidas vividas.
En los cafés de Bakú encuentrás un mundo pausado, un té servido lento, un momento encantado.Los sabores del azafrán, del cordero y el arroz, te hablarán de su tierra, de su alma y de su voz.
Nos despedimos de Bakú guardando su misterio, una ciudad de contrastes, un mundo en serio.Donde el viento canta y el Caspio descansa, y nosotros nos perdemos en su magia.
#abretuventanaalmundo #ViajarEsHipervivir
🌎 Subtítulos en portugués, italiano, alemán, francés, ruso e inglés.
🔎 Soy Gustavo Llusá, argentino, después de viajar durante varios años por más de 75 países me establecí en Letonia donde me casé con Dace y aprendí a conocer otra forma de vida, del otro lado del mapa.
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